hace poco comentaba con alguien que hay lugares recónditos de Madrid que no salen en ninguna guía, pero que todo el mundo conoce. El Boñar de León es uno de esos sitios, aunque no sé si para bien o para mal.
Hacía meses, tal vez años, que no me pasaba por allí, pero esta sección de esmadriz! se quedaría huérfana sin un post que hablara de él, así que no tuve más remedio que pedirme una cañita en este -digámoslo sin miedo- histórico bar en cuanto al tapeo madrileño se refiere.

Los meses de verano (y alguno de primavera) el Boñar monta una terracita en la calle que enlaza la Cruz Verde con San Bernardo. Allí se está muy a gusto, aunque las consumiciones son caras y no se aprecia en todo su esplendor el valor que atesora el bar. Esta vez renuncié a la comodidad y me metí dentro, en su minibarra.
El interior es como el de cualquier otro bar de viejos provinciano: máquina recreativa, aperos de labranza y referencias regionales colgados de las paredes, foto del pueblo leonés del dueño del bar, alguna que otra cucaracha…
Sin embargo, pronto encontramos algunas peculiaridades. La primera es la tapa que sirven con la bebida: una generosa ración, muchas veces de paella, otras de cocido maragato (este más en invierno) o patatas, como tocó esta vez.
El sabor del plato no es el mejor de los posibles, pero las cantidades ingentes lo compensan todo. Como la gente suele decir, "en este bar, con dos cañas ya has comido".
Otro de los complementos estrella son las servilletas, en las que el sr. Boñar asegura que invitará a un viaje a Canarias con todos los gastos pagados (premio muy de los 80) a aquel que se consiga comer de un tirón un cocido leonés. Anticipo desde aquí que la tarea es hercúlea. No lo intentéis si no queréis acabar con vuestro estómago a lo Homer Simpson.
Porque en este bar también se puede comer. De hecho, con un poco de suerte el dueño, que prefiere que la gente esté cómoda en su local, os hará pasar con vuestras cañas a la zona de comedor, para que las disfrutéis más a gusto. Aprovechad entonces para mirar a vuestro alrededor y ver las mastodónticas raciones que tienen en sus platos los comensales de las mesas adyacentes.
Si alguna vez os atrevéis con la comida, que no se os olvide hacer un huequito en el estómago para la caja de nicanores que os sacarán al final. De rechupete, oiga.
En resumen, un bar muy apañado sólo apto para estómagos con pocos escrúpulos y personas que no den demasiada importancia a la higiente hostelera. Si ese es tu perfil, ya estás tardando en tomarte allí un par de cañas.
C/ Cruz Verde (Metro Noviciado)
de lunes a domingo
hasta las 0.00-1.00
1,50 cada caña (2-2,50 € en terraza).